viernes, 14 de diciembre de 2007

ME PARTO

Me parto en dos. Me parto en siete cachos. Me parto de risa. Me descojono de verme a mi mismo. No puedo evitarlo. No hay manera. Me miro al espejo y no me puedo contener. No se que veo cuando me miro que se me aflojan los esfínteres. No sé si es mi cara, mi compostura, mi actitud o las cosas que hago. O será todo junto. O un poco de cada cosa. No lo sé. Pero me parto.

También me parto de ver a los demás. Me parto en diecisiete mil cachos. Me parto de risa. Me descojono en cuanto que veo cualquier careto por ahí. No puedo evitarlo. No hay manera. Salgo a la calle y no me puedo contener. No se que veo cuando miro a los demás que se me aflojan los esfínteres. No sé si son sus caras, vuestras caras. O sus composturas, vuestras composturas. Sus actitudes, vuestras actitudes. O las cosas que hacen, las cosas que hacéis. O será todo junto. O un poco de cada cosa. No lo sé. Pero me parto.

Será que hoy tengo ganas de reír.

Será.

lunes, 9 de julio de 2007

MAHAGONNY

“Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny” es la ópera que puede verse estos días en el Matadero de Madrid. Es una obra de Bertolt Brecht con música de Kart Weill. Fantástica tanto la una como la otra. Obra total que diría Wagner. Trata, en líneas generales, del surgimiento de una ciudad en la América de los años veinte a partir de bases no muy productivas. Es un canto a la futilidad de una vida dónde el dinero es lo único que cuenta. Todo se compra y se vende. Nadie puede hacer nada por nadie, como se canta al final.
Uno de los problemas de acometer esta puesta en escena, como la de tantos otros de los llamados musicales, es la traducción. Se intenta poner en román paladino esas cosas que un alemán pensó en inglés. Y claro, chirría. Y sobre todo en las partes solistas o más descriptivas. Vamos, que no pega ni con cola. Los pobres cantantes tienen que intentar hacer encaje de bolillos para que aquello no suene a karaoke. Por algo no hemos visto todavía ninguna ópera seria traducida del italiano al español, inglés o serbocroata. Un par de canciones en el idioma original y, sobre todo, la parte coral salvan el asunto con meritoria holgura.
A estoy habría que añadir el haberse decantado por microfonar o amplificar electrónicamente toda la representación. Eso de no saber de dónde vienen las voces me parece que es uno los horrores más grandes que se puede uno encontrar en un teatro. En este caso es más hiriente todavía el encerrar a una orquesta de más de treinta músicos en una pecera de cristal (lo que visualmente queda muy bien) y tener que oír la música en directo por los altavoces (eso sí, de muy buena calidad). Soluciones todas estas que seguramente tienen que ver con el nuevo espacio elegido de las naves del matadero. Música, por otra parte, que simplemente me pareció estupenda y en profunda sincronía con la parte escénica.
La escenografía-vestuario-luces son magnificas. Un escenario longitudinal sobre una base rectangular hace que circulen con fluidez por el mismo más de 50 actores-cantantes. Por momentos se consigue una atmósfera realmente sugerente. Y todo apoyado en los típicos carteles brechtianos que ayudan a seguir la función y complementados con otros tecnológicamente más avanzados de videoproyección, así como por la voz profunda y penetrante, en off, de Santiago Ramos.
Se agradece, con algún pequeño pero, poder acceder a este tipo de obras que normalmente no están al alcance del público madrileño. De todas formas sugeriría al señor Mario Gas, que últimamente todo lo puede y abarca en el teatro madrileño, que intentara traer alguna opera de Brecht con las canciones originales.
El Matadero de Madrid quiere ser un nuevo espacio cultural multidisciplinar sufragado por el Ayuntamiento. Los antiguos terrenos y naves de los mataderos de carne se quieren reconvertir en el gran proyecto de un Madrid que no parece que brille por su iniciativa. Ya veremos, pero permitámonos como habitantes de esta ciudad dudar un tanto sobre el futuro de un lugar tan vasto como sugerente. Ojalá pueda convertirse en el espacio que Madrid necesita para los creadores jóvenes y nuevas tendencias/corrientes de una forma efectiva, y no acabe como un sarcófago más de eso que llamamos cultura.

viernes, 6 de julio de 2007

¡QUE IGNORANCIA!

Aguas cristalinas. Prístinas. Color azul-turquesa. Arena dorada. Grano fino. Ausencia de tumbonas y chiringuitos. Treinta grados centígrados de temperatura. Cuerpos desnudos. Un paraíso. ¡Un momento! Algo pasa. Hay un grupo de gente al borde del mar. No sé lo que puede ocurrir. Me acerco despacio. Curioso. Y lo que descubro no me lo puedo creer. Esta gente está dando de comer pan a los peces con sus propias manos. Para ellos es algo muy divertido. Los habitantes del mar acuden a hacerles cosquillas en las manos para obtener fácilmente su sustento. Fundido en negro. Mismo lugar. Misma situación. Siento que ha pasado el tiempo. Mi pene se ha arrugado, mis huevos se han descolgado, mi pelo se ha vuelto blanco y mi barriga ha crecido. Hay un grupo de gente al borde del mar. No sé lo que puede ocurrir. Me acerco despacio. Curioso. Y lo que descubro no me lo puedo creer. Todos rodean el cuerpo de un rosáceo turista que ha sido parcialmente devorado. Todo está lleno de sangre y parte de su cuerpo está desmembrada. Han sido los peces, oigo decir. Malditos peces asesinos. Cuando los peces engordaron lo suficiente, y aquél pan no fue bastante para alimentarse, se volvieron carnívoros y empezaron a atacar a los humanos. Parece mentira que ese estúpido bañista no supiera que está prohibido bañarse en el mar desde hace más de veinte años. ¡Qué ignorancia!

martes, 3 de julio de 2007

PIE-CON-BOLA

Decía que no daba pie con bola. Que no había manera. Que aquello ya no era normal. También mascullaba entre dientes que estaba hasta ahí mismo. Y hasta un poco más lejos. Su perfil de cascarrabias iba incorporando nuevos elementos paulatinamente. Aquellas manías. Su insufrible carácter. Esa especie de enfado permanente con el mundo entero. La aleatoria mala leche. Agriábase a pasos agigantados y no parecía hacer nada por remediarlo. Todo eran pequeñas molestias que le impedían estar a gusto consigo mismo y con el resto del universo. Cuando no era uno, era otro. Cuando no una cosa, la otra. Cuando no esto, aquello.
Un día al abrir los ojos vio todo de una manera distinta. El mundo, es verdad, está incuestionablemente lleno de mierda. Pero tampoco hay que regodearse en ella. Habría que ir limpiando poco a poco algunos pequeños lugares donde sentirse lejos de la inmundicia. Donde poder establecer, razonablemente, espacios de libertad y sosiego. Lugares y no-lugares a los que poder acceder sin restricciones mentales, en los que pudiera dejar las armas cargadas sin sentirse desnudo. Donde poder hacer nudismo sin tener que llevar colgado el cinturón con el revolver. Donde los viejos cowboys pudieran descansar sin temer un tiro por la espalda. De todas maneras el cielo ya sabemos que no existe. Y si existiera, preferiría el infierno. Cuestión de principios.

martes, 12 de junio de 2007

MELIFLUO

Me gustan las palabrejas. Esas palabras raras, no desgastadas por el uso y el abuso. Las grandes palabras que expresan, o intentan expresar, todo lo mejor de la humanidad están totalmente huecas. Roídas. No significan nada. Han perdido todo su significado. Se han desgastado de tanto usarlas. De tanto usarlas en vano. De usarlas al tun-tun. De usarlas para engañar. Para justificar lo injustificable. Para rellenar discursos insustanciales y vacíos. De usarlas para mentir y engañar. De tantas frustraciones que produce su repetición mecánica.

Melifluo quiere decir excesivamente suave, dulce o delicado. Los excesos se pagan. Y por ello todo lo melifluo tiene un precio. Un precio considerable. Un valor añadido. Ya sea por empalagoso, aterciopelado o frágil. Necesita de poca cantidad porque la cualidad la tiene en exceso. Si a esto añadimos su escasez tenemos ya configurado el perfil ideal de lo más apreciado. De lo más deseado. De lo más anhelado. De aquello que, con una buena promoción, todo el mundo pierde la cabeza por alcanzar.

Todas esas palabras tan gastadas no son melifluas. Les falta el exceso. Expresan cosas inabarcables, por lo que casi han dejado de existir. Posiblemente cuando caigan en desuso puedan comenzar a significar algo. Algo pequeñito. Tan pequeñito que vuelvan a ser excesivas. Y así su misma escasez deje de convertirlas en insignificantes y las convierta en melifluas.

jueves, 17 de mayo de 2007

EL PATITO DE GOMA

Que maravillosa sensación es tener un patito de goma en la bañera para chapotear y jugar con él. El mío era igual que todos los demás. Igual que esos miles que aparecieron un día en algunas playas. Dicen que provenían de un barco que se hundió, pero yo no creo que un barco con tantos patitos de goma a bordo pueda llegar a hundirse. Es imposible. Otros dicen que simplemente los perdió por el camino. Sin darse cuenta. Como si miles de patitos de goma pudieran caer al agua por casualidad y sin hacer ningún ruido.

Mi patito de goma flotaba en el agua sin ningún esfuerzo. Por eso era de goma. Si hubiera sido de otro material lo mismo no habría flotado de la misma manera. Aunque hay otros materiales susceptibles de flotar, la textura de la goma de estos patitos los hace especiales. Suaves y pulidos, parecen escapársete de las manos cuando intentas atraparlos en el medio jabonoso del baño. Son dóciles, pero independientes. Cariñosos y a la vez huidizos. Eso sí, unos más que otros.

Yo ya no tengo patito de goma. Se me escapó. Se me escapó de las manos. Huyó buscando su libertad sin pedirme permiso. Salió disparado por la ventana de mi cuarto de baño impulsado por el combustible de un gel superhidratante. Bajé corriendo a la calle a buscarlo seminidesnudo. Con la espuma todavía prendiendo de las intersecciones de mi cuerpo. Pero ya no pude encontrarlo. No dejó el mínimo rastro para que pudiera seguirle la pista. Desesperado tuve que abandonar su búsqueda ante la falta de indicios. Mucho he pensado en ello en estos últimos años y, al final, la única conclusión a la que he podido llegar es que se marchó para reunirse con sus congéneres en alguna playa olvidada. Ahora estoy seguro, estar encerrado en una casa de la gran ciudad no es el lugar adecuado para que viva un patito de goma.

miércoles, 16 de mayo de 2007

COLOR

El color es una impresión física. En nuestro idioma ya denota una cierta dependencia del rojo. Colorado es rojo o bermejo. Es el color que marca la diferencia con aquello que no lo tiene, con el blanco y el negro. El rojo es la pasión y la sangre. La calidez. La vida. Aunque también es lo diferente. De ahí algunos refranes que previenen contra los pelirrojos, que no son de fiar. Pero los colores son muchos más. Su percepción por la retina humana lo hace un campo universal, y para muchos prueba de la unidad psíquica de la humanidad. Otra cosa son sus asociaciones, denominaciones y usos. Usos, principalmente, simbólicos. Usos referenciales diversos para formas de ver el mundo diversas.
La diversidad de colores con que percibimos el mundo choca, muchas veces, con ciertas fuerzas que tienden a uniformarlo. A globalizarlo. Cargar de sentido los colores remite a la ortodoxia y a la imposición. Frente a esto, el colorido múltiple fue adoptado en occidente por la contracultura y por los hippies y, después, por ecologistas u homosexuales. El individualismo también se desentiende de un color concreto para proclamar su derecho a la diferencia, a no ser encasillado en ningún color. Frente a la dictadura del color, de un solo color, está la libertad de todos los colores.
El color marca diferencias, tendencias y perspectivas. Cada color puede servir para cualquier cosa. Pero no hay que olvidar que el color se halla siempre inscrito en un contexto. Un contexto de color. Descontextualizarlo y mezclarlo puede ser una buena opción. No tengo ninguna duda.

lunes, 30 de abril de 2007

TORPEZA

Los hay torpes, muy torpes y extremadamente torpes. Esta categorización de las habilidades personales o sociales es totalmente arbitraria. No se es totalmente torpe en todo, igual que es imposible ser totalmente hábil en todo. Es una cuestión de gradaciones, percepciones, interacciones, puntos de vista o, simplemente, estados de ánimo.

Torpeza según el diccionario de la RAE es la cualidad del torpe, es decir: 1. adj. Que se mueve con dificultad. 2. adj. desmañado. 3. adj. Rudo, tardo en comprender. 4. adj. Deshonesto, impúdico, lascivo. 5. adj. Ignominioso, indecoroso, infame. 6. adj. Feo, tosco, falto de ornato.

Aplicando esto a mi persona, salta a la vista que no me muevo con dificultad. Soy algo rudo, es verdad, pero creo que soy presto en comprender. Deshonesto decididamente no, impúdico y lascivo lo acepto de grado. Ignominioso, indecoroso o infame lo dejo para mis enemigos. Feo, no lo niego si alguien se empeña, tosco lo admito, y falto de ornato lo niego. Me queda desmañado, que es falto de maña, destreza o habilidad. Aquí puede que resida el asunto. En una falta, ausencia o carencia individual. De torpezas está el mundo lleno, aunque esto no sea disculpa de nada. Lo reconozco. Soy un desmañado.

miércoles, 25 de abril de 2007

SINDROME DEL PIEL ROJA

Peter Pan se tragó un bote de pastillas porque no podía soportarse a sí mismo.
Campanilla se fue volando a buscar otro Peter Pan.
El capitán Garfio acabó como un vagabundo alcoholizado.
Pepito Grillo era un ímbecil.
Los padres dudan entre vivir la vida de sus hijos o enseñarles lo que es la vida.
Los niños anhelan hacerse mayores, a su manera.
El poeta murió soñando con vivir en su infancia.
La musa está harta de mirarse y no verse a sí misma.
El dictador hizo realidad los sueños de su infancia.
Las putas nunca fueron niñas.
Los homosexuales no sé si cambiarían su niñez.
El funcionario vive en una permanente guardería.
El policía no sabe porque siempre le toca vigilar.
Los políticos no pueden jugar a ser niños.
Los monstruos no querían asustar a los niños.
No todos los viejos piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Las estrellas del rock no pueden hacerse mayores.
Los locos se hacen los niños.
Los rojos ya no creen en utopías.
Los fachas no quieren saber lo que es la utopía.
Algunas mujeres ya no esperan al príncipe azul.
Los metro-sexuales no sé si existen.
Los altramuces viven en líquido amniótico.
El cordero lechal es devorado en su más tierna infancia.
Yo también quería ser un piel roja.

lunes, 23 de abril de 2007

TRAICIÓN

(ESCENA APÓCRIFA PARA LA OBRA HOMÓNIMA DE HAROLD PINTER)

2007. Venecia. Cae el sol de media tarde. Terraza de un restaurante en Torcello. Emma y Jerry tienen alrededor de 70 años.

EMMA. Han pasado treinta años.
JERRY. Treinta años.
EMMA. Desde la última vez.
JERRY. Desde la Última vez que nos vimos.
EMMA. No has cambiado.
JERRY. Ojalá. Tú tampoco.
EMMA. Adulador.
JERRY. A mis años.
EMMA. A tus años.
JERRY. Y los niños.
EMMA. ¿Niños?
JERRY. Tus hijos.
EMMA. Ya son demasiado mayores.
JERRY. ¿Tienes nietos?
EMMA. ¿Y tú?
JERRY. También.
EMMA. Como pasa el tiempo.
JERRY. Ni que lo digas.
EMMA. ¿Ya no bebes?
JERRY. Ya nada de nada.
EMMA. Normal.
JERRY. Normal. ¿Y tú?
EMMA. Yo ¿qué?
JERRY. Que cómo estás.
EMMA. Bien, bien. Tirando.
JERRY. Parece mentira.
EMMA. ¿Qué?
JERRY. Estar aquí. En Torcello. Contigo.
EMMA. Sí, parece mentira.
JERRY. En otro tiempo habría dado la vida…
EMMA. No hace falta que mientas.
JERRY. Lo digo en serio.
EMMA. ¿Y porqué no lo hiciste?
JERRY. Soy un cobarde.
EMMA. Todos somos cobardes.
JERRY. Para lo que queremos. Para engañar a Robert no fuimos cobardes.
EMMA. Engañar es fácil.
JERRY. Pobre Robert.
EMMA. Tu más antiguo y mejor amigo.
JERRY. Que en paz descanse.
EMMA. Como descansaremos todos.
JERRY. Yo nunca me lo perdoné.
EMMA. Yo nunca le perdonaré.
JERRY. Judith siempre decía que Robert era un culo de mal asiento.
EMMA. Pobre Judith. Tu mujer siempre fue una...
JERRY. Una mártir.
EMMA. Siempre lo supo.
JERRY. No. Eso no es verdad. Me aguantó toda la puñetera vida. Pero nunca desconfió de mí.
EMMA. Hay cosas que las mujeres siempre sabemos.
JERRY. Tú siempre supiste lo de Robert.
EMMA. ¿Qué iba con otras mujeres? Por supuesto.
JERRY. ¿Y?
EMMA. Por eso me separé.
JERRY. ¿Y Judith?
EMMA. Ella era una mujer más abnegada que yo.
JERRY. Que tú.
EMMA. Más abnegada.
JERRY. Torcello. Torcello.
EMMA. En la imaginación.
JERRY. Amén.

(A propósito de "Traición" de Harold Pinter, vista en la Sala Guindalera de Madrid)

martes, 17 de abril de 2007

CHISMORREO

Por ahí se dicen muchas cosas. Se oye de todo. Verdades, mentiras, exageraciones, ridiculizaciones, deformaciones, transgresiones, loas, y hasta denigraciones. El chismorreo es tan antiguo como la humanidad. De hecho, su necesidad puede haber sido una de las inductoras en el nacimiento del lenguaje hablado (y escrito). En la actualidad parece que no cuenta con muy buena prensa en los medios serios o intelectuales, mientras que los “mass media” han hecho del cotilleo el estandarte de la cultura popular.
Probablemente el hecho de saber de los demás, es en sí mismo parte de la sociabilidad del ser humano. El problema puede venir del lugar en el que radica la información que deseamos obtener. La división entre lo público y lo privado ha decaído en occidente en una vaga zona caracterizada por la relatividad social que está instalando la globalización. Valores y símbolos se cocinan al gusto en la única perspectiva de la obtención del rápido beneficio. El objeto mismo del chismorreo, el ser humano, ya no es tal. Es un producto liofilizado y pasteurizado creado ex profeso para alimentar y saciar la voracidad de consumidores insaciables.
Pero este alejamiento del objeto (sujeto) a escrutar no ha eliminado a los sujetos reales que nos rodean. Siguen estando ahí. Es posible que la permisividad social haya desplazado el foco de atención al relajarse los lazos internos de solidaridad. El individualismo, paradójicamente, hace menos atractivos a los otros individuos ante la preponderancia del yo. Nuestros vecinos, parientes y amigos siguen siendo objeto del cotilleo, pero nuestra superioridad, en todos los ámbitos, difumina su impacto. Solo las proyecciones sociales espectaculares acaparan masivamente la atención, y se verifican como meros pasatiempos.
Personalmente me interesa la vida de los otros, por supuesto unas mucho más que otras, en tanto en cuanto son parte del mundo que me rodea. No es un cotilleo o un chismorreo moralizante, como suele serlo usualmente, sino informante en el sentido de que aporta un valioso conocimiento de mis congéneres. Yo me confieso “cotilla” y no me importa reconocerlo. Usted haga lo que le venga en gana, pero hágalo siempre con buen humor.

lunes, 16 de abril de 2007

UN HOMBRE NORMAL

No vayas por ahí. No se te ocurra ir, me había dicho el vigilante. Era un hombre de esos que olvidas su cara, y su apariencia, nada más perderlos de vista. No era ni muy alto, ni muy bajo. Ni feo, ni guapo. Ni viejo, ni joven. Era un hombre de lo más normal, por lo menos en apariencia. Seguramente ese fue el motivo de que su advertencia tampoco hiciera mucha mella en mí. Me olvidé de sus palabras igual que me olvidé de él. Y me dirigí hacia aquél lugar pensando únicamente en lo que allí encontraría. Buscaba mi objetivo con ahínco y determinación. No pensaba en los obstáculos que pudiera encontrarme en el camino. No había nada que me pudiera hacer desistir de mi intención. Seguí caminando decididamente. Entonces alguien llamó mi atención con signos inequívocos de dirigirse a mí. Me paré y esperé a que estuviera a mi altura. Sin mediar palabra me lanzó un puñetazo que impactó en mitad de mi cara. Caí al suelo aturdido. Cuando reaccioné busqué ansiosamente la figura de mi agresor. No había nadie. Había desaparecido. Estaba sangrando por la nariz y se me había revuelto el estómago. Me incorporé como pude e intuitivamente volví sobre mis pasos. El vigilante, al verme, se acercó presto a socorrerme. Me curó cuidadosamente la herida y me dio un poco de agua. Yo no podía articular palabra alguna. El vigilante hablaba sin cesar sin que su discurso alterase mi confusión cerebral. Regresé al estado consciente cuando oí que me preguntaba sobre que aspecto tenía el que me había hecho eso. No sé, le dije. No era ni muy alto, ni muy bajo. Ni feo, ni guapo. Ni viejo, ni joven. Era un hombre normal.

jueves, 12 de abril de 2007

RATZINGER Y LA INVOLUCIÓN

Parece ser que el Sr. Ratzinger, sumo sacerdote de la iglesia católica, se ha destapado con una de las joyas de las que suelen hacer gala las personas de su condición. La supuesta infalibilidad ciega el sentido común y el más mínimo atisbo de razón crítica. Dice este personaje que la teoría de Darwin, la evolución de las especies, no está probada fehacientemente. Alega al respecto que es imposible meter 10.000 generaciones en un laboratorio, por lo que hay que recurrir a la razón filosófica para superar las lagunas que nos presenta la ciencia. De esta manera podemos en pie de igualdad el evolucionismo con el creacionismo. La teoría del diseño inteligente, justificación de todo el entramado clerical, si que ofrece visos de verosimilitud absoluta cuando sólo puede, en última instancia, servir para tapar supuestos agujeros. El mismo Wojtyla, nada sospechoso de herejía, hablaba de la sensatez de las razones de Darwin siempre que se considerara que la creación era obra de Dios. Ratzinger, después de un largo periodo como defensor de la doctrina, ha involucionado claramente desde el Vaticano II y devuelve a la Iglesia progresivamente a la Edad Media. Frente a ese gran enemigo que es el relativismo (moral, social, cultural, religioso, etc..) no queda otra alternativa que volver a las cavernas. El problema es que ahora las sombras que se proyectan al fondo no tienen un único foco. Eso debe de ser el relativismo para estos insignes purpurados. Haber perdido el monopolio de la generación de la información no cuadra demasiado bien con el dogmatismo propio de teorías, más o menos fantásticas, sobre el origen del hombre y su papel en este mundo. Esto es la religión. Una congregación de corderos que encuentran en ella solución a problemas irresolubles, mientras que otros se aprovechan de su candidez para instalar su propio paraíso en la tierra.

lunes, 9 de abril de 2007

NADIE

Nadie es la ausencia de alguien. Si hubiera alguien ya sería imposible que hubiera nadie. Nadie es exclusivo. Excluye que haya alguien. Y es exclusivo porque excluye. Lo exclusivo es muy apreciado hoy en día. Y es exclusivo porque excluye a los otros. A los que no pertenecen al grupo. Por lo tanto en lo exclusivo hay alguien. Si no hubiera nadie ya no sería exclusivo. Sería inexistente. La disolución en la nada no parece ser algo apetecible. Mientras que lo exclusivo es lo más deseado. Y desear es poseer. Para poseer lo exclusivo es necesario de alguien que certifique que esa posesión se ha verificado en exclusividad. Si no hay verificación no existe la exclusividad. Por tanto, lo exclusivo necesita ser compartido con otros. Aunque sean de tu mismo grupo. Nadie quiere lo que nadie sabe que existe. Lo realmente exclusivo no tiene valor. Socialmente no existe. Por tanto hay que hacerlo público y compartirlo para que adquiera un valor. Cuanto menor es el círculo que comparte, excluyendo a los otros, mayor es el valor de lo compartido. Compartir, como vemos, no es vivir, sino poseer. De ahí que toda extensión en la posesión haga perder valor a las cosas. Y no solo hace que pierdan su valor, sino que disminuye su calidad. Lo cualitativo se identifica, indefectiblemente, con lo escaso. Con lo exclusivo. Mientras que la cantidad revela una cierta vulgaridad. Nadie, por lo tanto, no existe. Si no hubiera realmente nadie, nadie podría constatar su ausencia. Necesitamos de alguien. Y ese alguien es mejor que no sea nadie. Nadie importante. Por lo menos para nosotros.

viernes, 6 de abril de 2007

LA ILUSIÓN

Ayer estuve viendo en el teatro de la Abadía una obra que se titula “La ilusión”. Una ilusión que hace referencia a ese ilusionismo de los magos que hacen aparecer ante nosotros aquellas cosas que normalmente no podemos ver. Y si es tal, es porque hace posible que cualquiera puede adoptar el papel de mago. No se trata aquí de esa ilusión “ilusa” de que nos va a tocar la primitiva. No. Ilusionarse adquiere su aspecto más brillante cuando se relaciona con hacer planes y con un futuro deseado. Pero este ilusionarse requiere de un trabajo y un esfuerzo. No basta con echar la primitiva. Ese no es un trabajo. Eso es tener una posibilidad en no sé cuantos millones de que te toque. Evidentemente el que no compra su participación está fuera de esa posibilidad. Pero esa expectativa no llega, ni siquiera, a ser ilusión. Es, más bien, esperanza. La esperanza a mi me gusta mucho menos, precisamente por el motivo anterior. La esperanza no implica una participación directa en la solución de problemas. Es una actitud pasiva. Y ya se sabe que el que espera, desespera. El teatro también es ilusión. Y no lo digo en el sentido de que haga posible lo imposible, ya que además eso no es verdad. Sino en el sentido de que su inmediatez nos puede hacer participes de la vida y milagros de los personajes. Para mundos imposibles está el cine, al que yo adoro. Pero para generar esa ilusión mágica, esa que se verifica ante nosotros mismos, esa que muestra sus tripas descarnadas, esa que nos lleva y nos trae hacia nosotros mismos, esa que nos hace partícipes de otros mundos posibles, para esa está el teatro.

jueves, 5 de abril de 2007

ROJO SOBRE FONDO NEGRO

Sería una obviedad decir que me pesaban los zapatos como si fueran ladrillos. Pero era verdad. Estaba totalmente exhausto mientras que vagaba buscando mi camino en medio de aquella fría y desapacible noche. No tenía ni siquiera conciencia de que estuviera perdido. Simplemente deambulaba por las calles sin rumbo fijo. No sabía si había perdido la memoria, si realmente no tenía adonde ir, o simplemente no me importaba. Un muro detuvo mis pasos. Cerró mi camino. Se alzó ante mí como una barrera que me obligaba a plantearme todas estas cuestiones. Y la verdad es que no me apetecía nada. Miré largamente aquella atalaya de ladrillos rojizos sin encontrar una vía en mi pensamiento que me llevara a una mínima lógica argumental. Sólo existíamos aquél muro y yo. No sabía si alguien lo había puesto allí con algún propósito o simplemente me lo había encontrado. Me parecía todo aquello un enigma irresoluble cuando atisbe un objeto que me llamó la atención. Seguramente el color de aquél objeto el que fijó mi atención. También era rojo. Como el muro. Pero estaba fuera de el. El resto era negruzco, como una película en blanco y negro. Apartado de la inmensidad del muro me subyugó. Me acerqué lentamente mientras sus contornos iban tomando forma. Una forma de zapato. De zapato de mujer. Un zapato rojo de mujer. Un zapato de tacón rojo de mujer. Un zapato rojo de tacón de mujer fatal. Un rojo zapato de tacón de aguja de mujer fatal. Sólo uno. En medio de la negra inmensidad de la noche. Frente a aquel monstruoso muro de ladrillo rojizo. Lo tomé en mis manos. Lo acaricié suavemente. Estaba mojado. Mis manos resbalaban por sus lomos de piel con una cadencia casi musical. Su fino y largo tacón se erguía en uno de sus extremos como el pináculo gótico de una catedral fantástica. Lo apreté más, fuertemente, entre mis manos. Y no pude contenerme. Lo lancé con todas mis fuerzas y atravesó volando la insuperable altura del muro. De aquél muro rojizo compuesto por centenares de ladrillos siameses. De ladrillos colocados unos a lado de los otros sin posibilidad alguna de variación o cambio. Era justamente el muro de ladrillo que me separaba del zapato rojo de mis sueños.