lunes, 14 de diciembre de 2009

DRÁCULA INFAME

Un mito de la cultura occidental se presenta estos días en el Centro Dramático Nacional (Teatro Valle-Inclán de Madrid). Se trata de una adaptación al teatro de la novela de Bram Stoker escrita y dirigida por Ignacio García May (ex director y profesor de la RESAD). Sin ninguna animadversión personal (no conozco a este señor) tengo que decir que es este montaje teatral es…malo, patético, aburrido. No me salen las palabras. Para subir a Drácula al escenario de un teatro hay que tener alguna poderosa razón para hacerlo. Y este no parece el caso. En el programa de mano y otros documentos de la web del CDN intenta el director de la obra justificar su propuesta en base a un supuesto exorcismo de los miedos que padece la sociedad actual. De todo esto en la obra no hay nada de nada. Lo que se plantea sobre el escenario es una especie de trama policiaca donde el doctor Van Helsing descubrirá que estamos ante un caso de vampirismo, cuando todo el público lo sabe antes de sentarse en su butaca. El conde Drácula aparece en escena únicamente para verificar que estamos ante la obra de Bram Stoker. A mitad de la obra se introduce un flash-back de más de media hora donde un personaje, novio de la mujer mordida por Drácula y cómplice de este en su traslado a Inglaterra, nos cuenta sus peripecias a este respecto por tierras de Transilvania. Nadie sabe para que se cuenta todo esto, que ya se sabe, y que no aporta nada más que un patetismo que deja al público indiferente. Todo ello aderezado con una escenografía a base paneles verticales y nada sugerentes, decorados en plan “art decó”, que irán desapareciendo progresivamente hasta dejar a la vista un fondo arquitectónico clasicista con tres puertas ¿? Toda la estética de la obra está muy alejada de las historias de vampiros y se ha optado por algo que no acierto a definir. Neutro no puede ser, ya que nada es neutro, por lo que me inclino por insulso, inapropiado, o no pertinente. Aunque pertinente no hay nada, porque lo peor de todo es que no hay tensión dramática. Por tanto la obra adolece de los dos defectos principales que pueden encontrarse en teatro: cuenta cosas ya sabidas y adolece de conflicto. Los actores vagan por las dos horas de la obra como almas en pena (ojalá fuera literal) y no puede achacárseles nada del fracaso de la propuesta ya que simplemente se limitan a recitar un parlamento que les es ajeno. No pueden ser responsables de unos personajes que no son tales. En resumen, lamentable espectáculo para un teatro nacional. A Drácula lo que es de Drácula. Y en el teatro más rigor y menos de otras cosas.