lunes, 29 de octubre de 2012

(DE) FOREST (IN) BIEITO



Estos días plantea un taller el maestro Sanchis Sinisterra en su corsetería con el título ¿Qué hacer con los clásicos? (para el que por cierto no me han admitido). Pregunta interesantísima en este mundo, para algunos mundillo, teatral que no parece terminar de encontrar su sitio en este nuevo siglo atenazado por el consumo voraz e indiscriminado de productos multimedia. Y hoy voy a hablar de este asunto partiendo de un espectáculo teatral al que asistí ayer domingo.
Calixto Bieito trae estos días al Centro Dramático Nacional, dentro del ciclo Una mirada al mundo, una obra pergeñada bajo los efluvios de los fastos de las Olimpiadas de Londres, que también han querido dar un cierto protagonismo al teatro y, por supuesto, a Shakespeare. Este  supuesto excelso director de escena, también metido a dramaturgo recalcitrante, se ha zambullido en el orbe del bardo para idear un espectáculo basado, como el mismo se intitula, en la obra de Shakespeare. Evidentemente no existe una obra de este autor que se titule Forest. El espectáculo es mucho más ¡ambicioso! y está basado en toda su obra. De ahí pasamos al proceso de manufacturado. Elegimos un tema, los bosques, y seleccionando una serie de fragmentos relativos al asunto, damos a la manivela del corta pega. Así surge un collage infausto, en idioma inglés, que se intenta aderezar y dar forma mediante la introducción arbitraria  y mezclada de textos (o fragmentos traducidos) en catalán.
Este potaje a la catalana, ideado por el de Miranda de Ebro, resulta totalmente indigerible. Lo peor del teatro no es la pretenciosidad, la impostación, la grandilocuencia vacua o el encefalograma plano. Lo peor es generar aburrimiento. Y es que este espectáculo no lo salvan, sino que lo sufren profundamente, actores de la talla de José María Pou y otros sacados directamente de las mejores compañías inglesas, como la Royal Shakespeare Company. Pou, que es el más cercano y al que conocemos más por aquí, también es productor y director teatral, por lo que se me hace más triste verle intentado rebobinar esas cintas de Krapp totalmente descontextualizadas y absolutamente perdido en un proyecto que raya lo patético (y no en sentido aristotélico).
Una escenografía bonita y original (con un árbol suspendido del techo sobre un macetero gigante, que desparramará la tierra sobre el escenario y todo ello encajado en un cubo liso de paredes blancas sobre las que incide la luz de diferentes tonalidades) no es suficiente para librar al espectador del horror (tampoco este aristotélico) de aguantar este pestiño. Y si encima se envuelve todo de supuesta, pueril e inconexa fábula ecologista, pues todavía sale uno más cabreado del teatro Valle-Inclán en Madrid.
Y todo esto no viene por ese estado inducido, y  no pretendido, a este espectador de teatro. Viene por el qué hacer con los clásicos. Con estos se puede hacer de todo. De hecho como los pobres autores de los mismos están más que muertos no pueden protestar. Los textos dramáticos están en lo que se llama dominio público. Y por eso se puede hacer lo que se quiera con ellos. Lo que no se debe hacer, a mi juicio, es tomarlos como pretexto para cualquier cosa. Para hacer cualquier cosa. Los clásicos deben de abordarse desde un posicionamiento hermenéutico y creativo, pero no desde el completo desdén a los mismos. No son material inerte para usar en conglomerados de nuevos edificios. Son valiosísimos materiales que deben de inducirnos a pensar en los valores, ideas y asuntos humanos que cuestionan. Porque por eso son clásicos, porque son universales. Y si encima los utilizamos para aburrir al personal, apaga y vámonos.

jueves, 13 de enero de 2011

LA (ULTIMA) CENA.

Estas reflexiones vienen a cuento del excelente artículo de Amador Fernández-Savater titulado "La cena del miedo (mi reunión con la ministra González Sinde)" (http://acuarelalibros.blogspot.com/2011/01/la-cena-del-miedo-mi-reunion-con-la.html?commentPage=2 y http://www.elpais.com/articulo/cultura/cena/miedo/reunion/ministra/Sinde/elpepucul/20110112elpepucul_8/Tes).
Espero que le gustara el menú, ya que me "temo" que no va a volver a ser invitado a estas reuniones de amiguetes.com pagadas con el dinero de todos. Si que me gustaría, como editor que es usted, que profundizara un tanto sobre el aspecto de la selección cultural y el marketing. Creo que, en el fondo, este es el meollo de la cuestión. Todos sabemos que la red es un pozo sin fondo y estando de acuerdo en lo que supone de participación y accesibilidad, lo que se plantea realmente es la cuestión de la visibilidad. Hasta la fecha eran los editores, las compañías discográficas o el ministerio de cultura quienes efectuaban la criba para establecer que creadores accedían a un nivel superior de distribución que permitía unas ganancias con las que "algunos" podían vivir de su arte. Al no existir criterios objetivos (nunca existieron) para delimitar que es "arte" o que es "comercial" continuamos con el mismo problema de acceso a este nivel superior. Los que ya están en él defienden su posición y han tomado el control de la maquinaria del estado. Esto es, el Ministerio de Cultura. Y no van a abrir las puertas del castillo a no ser que sean derribadas por otros que, con su empuje, les desplacen de su posición. Estos que empujan son de dos tipos fundamentalmente:
1)Los consumidores a los que se ha proporcionado un acceso rápido a los contenidos y unos sistemas de almacenamiento prácticamente ilimitados que no entienden porque tienen que conformarse, como sus padres o abuelos, con tener 5 discos/peliculas/lo que sea, pudiendo tener 800.000, y además contado que pesea a lo que se dice gastan más en ocio que sus progenitores.
2)Un cada vez mayor número de nuevos creadores, debido también a una democratización en el acceso a la cultura y la educación, que intentan acceder a un mínimo espacio de difusión que los visibilice y les permita sacar un mínimo partido a sus esfuerzos.
Así las cosas la paradoja se establece a nivel ideológico, ya que los defensores del castillo, y de los privilegios, hicieron gala de progresía y se encuentran ahora atrapados (sitiados) en sus propias incongruencias. Pero como la pela es la pela, e ingenio y poder no les falta, van a intentar a toda costa dar la vuelta a la tortilla y hacer quedar a millones de personas como bárbaros e ignorantes que no saben lo que hacen. Pero estos señores tienen que ser conscientes de que estas posturas son características de medios autoritarios, y al carecer de un masa social que respalde sus postulados muy pronto se van a quedar sin su único apoyo, que en este caso es político-circunstancial. La reconversión es inevitable en el medio cultural. Y estas suelen ser traumáticas. Contra el poder, imaginación.

lunes, 24 de mayo de 2010

MUERTE Y REENCARNACIÓN EN UN COWBOY, DE RODRIGO GARCIA

“Muerte y reencarnación de un cowboy” no es la historia de la muerte y la reencarnación de nadie. Es más bien el ciclo vital de cualquier persona. De todos nosotros. Se inicia con el parto-nacimiento apoyado en una video-instalación, y acaba de la misma manera con la muerte por cuidados paliativos de un croissant. Entre medias asistimos a las tres fases fundamentales de la ontogenia humana. La infancia transcurre entre el juego y la lucha de nuestros dos protagonistas, que se materializa en la distorsión abrumadora de unas guitarras eléctricas que saturan la escena. La juventud continúa con el ruido abrumador del sexo y del toro mecánico que no podemos controlar. Y con la plenitud llega la palabra. Una palabra lúcida que en boca de nuestros cowboys resuena ahora relajada y reflexiva. La estridencia sonora y perceptiva se torna ahora conceptual y estalla en nuestras cabezas ante la evidencia de la estupidez del mundo que habitamos, y del que formamos parte.


Rodrigo García utiliza en sus propuestas todo un conglomerado de recursos que tienden a convertir la escena en un espacio aparentemente caótico donde cualquier cosa, lo más inverosímil, puede suceder. La concatenación lógica de los acontecimientos no es el motor de las acciones. Estas responden, más bien, a impulsos primarios. A sensaciones de todo tipo que se imbrican en el devenir de una fábula no explicitada que debe de construir el espectador. Los signos o señales son múltiples y de variada procedencia. La problemática de este tipo de espectáculos viene de su decodificación. Si una obra de arte necesita de la transfiguración de todos los espectadores en Derrida o Levi-Strauss, esta obra tiene un problema importante de recepción. Y este es uno de las cuestiones palpitantes relativas a cierto tipo de arte.

Sin embargo, muchas de estas propuestas se presentan como cercanas al mito y/o al rito. El teatro de Rodrigo García también recibe estos adjetivos. Lo que nunca debemos olvidar es que el rito y el mito son actos compartidos por la comunidad. Es verdad que muchas veces comunican hechos inefables, pero para su verificación es necesario un sentido de “comunitas” que no se establece por el simple hecho de asistir a un espectáculo.

La decodificación de esta obra de Rodrigo García no necesita de ningún proceso deconstructivo, ni de la posesión de ningún conocimiento previo extraordinario. Viene exclusivamente por vía de conectar lo sensorial con lo conceptual. De establecer vías de diálogo propio entre lo sugerido y lo proferido. Estas relaciones no son unívocas, ni de uno a uno, sino que suponen un procesamiento de la información de nivel elemental, pero que nadie puede realizar por el espectador. Debe de ser este quién realice ese, llamémoslo así, esfuerzo, para ligar los diferentes materiales.

Porque “Muerte y reencarnación de un Cowboy” no habla de cosas extrañas, ni de teorías cuánticas, de ni de procesos gnoseológicos. O tal vez también hable de todo esto. Eso dependerá de nuestra recepción. Pero lo que plantea es un nivel primario de relaciones humanas. Tan primario que refleja nuestra propia transfiguración en cowboys de pacotilla. Donde lo simple, por absurdo, se ha convertido en el motor de nuestras propias vidas. Y donde la palabra, aunque sea en el último momento, es el único instrumento que tenemos para poder racionalizar nuestra existencia. Y esto supone ser capaz, como dicen nuestros cowboys, de percatarnos que hasta la risa se ha convertido en una convención. Y ya sabemos que en el teatro todo es convencional.

Para terminar me gustaría indicar algunos de los elementos utilizados por Rodrigo García en esta propuesta, para hacernos una idea de la multiplicidad de elementos que convergen en escena: un toro mecánico que montan nuestros cowboys, guitarras distorsionadas que patalean los protagonistas, una habitáculo de madera oculto a la vista del público donde lo que sucede solo es accesible mediante filmación en directo y proyección en pantalla gigante, una docena de pollitos vivos que revolotean por ahí y que conviven en un receptáculo de cristal con un gato (aunque separados prudentemente) piando sin cesar durante toda la parte hablada, un tío que se mete en pelotas literalmente dentro del traje de otro, una falsa geisha que baila country con dos cowboys enloquecidos y en pelotas (estos últimos), una bonita reflexión sobre el amor que se profesa una pareja según lo que hagan al reencontrarse (solo tendrán una mínima perspectiva de futuro si follan inmediatamente, ya que cualquier otra cosa será expresión de que su amor terminó, o terminará pronto), etc. etc.

MUERTE Y REENCARNACIÓN DE UN COWBOY
UNA PROPUESTA DE RODRIGO GARCIA
23-5-2010
MATADERO. NAVES DEL ESPAÑOL MADRID.
INTERPRETES: JUAN LORIENTE, JUAN NAVARRO Y MARINA HOLSNARD.
UNA PRODUCCIÓN DEL TEATRO NACIONAL DE BRETAÑA-LA CARNICERÍA MADRID.

lunes, 14 de diciembre de 2009

DRÁCULA INFAME

Un mito de la cultura occidental se presenta estos días en el Centro Dramático Nacional (Teatro Valle-Inclán de Madrid). Se trata de una adaptación al teatro de la novela de Bram Stoker escrita y dirigida por Ignacio García May (ex director y profesor de la RESAD). Sin ninguna animadversión personal (no conozco a este señor) tengo que decir que es este montaje teatral es…malo, patético, aburrido. No me salen las palabras. Para subir a Drácula al escenario de un teatro hay que tener alguna poderosa razón para hacerlo. Y este no parece el caso. En el programa de mano y otros documentos de la web del CDN intenta el director de la obra justificar su propuesta en base a un supuesto exorcismo de los miedos que padece la sociedad actual. De todo esto en la obra no hay nada de nada. Lo que se plantea sobre el escenario es una especie de trama policiaca donde el doctor Van Helsing descubrirá que estamos ante un caso de vampirismo, cuando todo el público lo sabe antes de sentarse en su butaca. El conde Drácula aparece en escena únicamente para verificar que estamos ante la obra de Bram Stoker. A mitad de la obra se introduce un flash-back de más de media hora donde un personaje, novio de la mujer mordida por Drácula y cómplice de este en su traslado a Inglaterra, nos cuenta sus peripecias a este respecto por tierras de Transilvania. Nadie sabe para que se cuenta todo esto, que ya se sabe, y que no aporta nada más que un patetismo que deja al público indiferente. Todo ello aderezado con una escenografía a base paneles verticales y nada sugerentes, decorados en plan “art decó”, que irán desapareciendo progresivamente hasta dejar a la vista un fondo arquitectónico clasicista con tres puertas ¿? Toda la estética de la obra está muy alejada de las historias de vampiros y se ha optado por algo que no acierto a definir. Neutro no puede ser, ya que nada es neutro, por lo que me inclino por insulso, inapropiado, o no pertinente. Aunque pertinente no hay nada, porque lo peor de todo es que no hay tensión dramática. Por tanto la obra adolece de los dos defectos principales que pueden encontrarse en teatro: cuenta cosas ya sabidas y adolece de conflicto. Los actores vagan por las dos horas de la obra como almas en pena (ojalá fuera literal) y no puede achacárseles nada del fracaso de la propuesta ya que simplemente se limitan a recitar un parlamento que les es ajeno. No pueden ser responsables de unos personajes que no son tales. En resumen, lamentable espectáculo para un teatro nacional. A Drácula lo que es de Drácula. Y en el teatro más rigor y menos de otras cosas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

HUEVOS FRITOS

Escena para tostadora y exprimidor.
- TOSTADORA. Hace frío. A ver si da la hora del desayuno y me caliento un poco.
- EXPRIMIDOR. Pues a mí no me hace tanta gracia. Con la sequito que estoy, tener que empaparme todo.
- TOSTADORA. No seas exagerado.
- EXPRIMIDOR. No, si cualquier día voy a cascar y me sustituirán por uno de esos robots modernos que hacen de todo.
- TOSTADORA. Yo tampoco soy un primor de la última tecnología, pero hago las tostadas más ricas de la ciudad.
- EXPRIMIDOR. Eso dicen todos. Pero cuando llega la hora de la verdad, esta gente solo piensa en estar a la última. Les da igual que uno haya sacrificado su existencia para hacerles la vida más grata.
- TOSTADORA. Te noto algo amargado. Nuestra vida de electrodoméstico está muy alejada de disquisiciones filosóficas que no llevan a ninguna parte. Servicio y eficacia es nuestra misión.
- EXPRIMIDOR. ¿Y nosotros? No contamos para nada.
- TOSTADORA. Mi vocación de tostadora llena todo mi ser de alegría. Yo quería ser una tostadora, y soy una tostadora. ¿Para que voy a calentarme los circuitos con otras tonterías?
- EXPRIMIDOR. No me dirás que lo tuyo es como una reencarnación voluntaria. ¿En tu anterior vida soñabas con ser una tostadora?
- TOSTADORA. Pues sí. Aunque te parezca increible. Lo desee con tanta fuerza que mis anhelos se hicieron realidad. No encuentro una vida mejor que la de un electrodoméstico. Y ninguna comparable a la de una tostadora.
- EXPRIMIDOR. ¿Y cuales son esas ventajas?
- TOSTADORA. La verdad es que trabajar, trabajamos poquito. Y yo siempre he sido un poco vaga. El calor es otra de mis debilidades. Un lugar cálido para vivir y poder contribuir a que las rebanadas de pan luzcan esos preciosos bronceados me hace feliz.
- EXPRIMIDOR. ¿Felíz? Que gracia. A mi me hubiera gustado ser un avión a reacción, para ver el mundo. O un barco mercante. O una antigua y preciosa locomotora de vapor. Pero aquí encerrado todo el santo día. Nada más que aniquilando desagraciadas frutas que llegan a mi como el que va al paredón. Te lo digo sinceramente. Es deprimente.
- TOSTADORA. Entonces por que te quejas de que vayan a reemplazarte. Lo mismo te reciclan en parte de un motor supersónico.
- EXPRIMIDOR: Me extrañaría. Seguramente acabaré en un vertedero, descomponiéndome, cientos de años. Hasta que termine el proceso y pase a formar parte otra vez de la materia primigenia. Entonces podré reencarnarme. Pero pasarán cientos de años. El purgatorio no me lo quita nadie.
- TOSTADORA. Eres un pesimista. Yo sueño, cuando me retiren, en ir a parar a formar parte de un museo. Si, un museo del electrodoméstico. Estaré expuesto allí durante muchísimo tiempo. Seré el último de mi especie. Y todos se asombrarán ante mi perfección técnica y mi diseño funcional.
- EXPRIMIDOR. Yo seré un idealista, pero tu eres un soñador. No se que será peor. En fin. Parece que va aclarando por el horizonte. Habrá que trabajar un poco.
- TOSTADORA. La hora del desayuno. Mi momento preferido. Ya estoy sintiendo ese olor penetrante a café y huevos fritos.
- EXPRIMIDOR. ¿A huevos fritos? No alucines. Los huevos fritos no huelen a nada.
- TOSTADORA. Eso lo dirás tú. Me parece que va a ser verdad. Si no eres capaz de oler unos huevos fritos, debe de ser que tu hora está cercana.
- EXPRIMIDOR. No me comas el coco. Estoy seguro. Los huevos fritos no huelen a nada.
- TOSTADORA. Calla, que nos van a oír. Ya baja alguien por las escaleras.

TELÓN.

viernes, 30 de octubre de 2009

EL TAMBOR

Cada vez que sonaba el tambor corríamos a escondernos en nuestra guarida. Todos sabíamos lo que significaba. Ninguno queríamos que nos pillara el tambor sonando en medio de la calle o en algún trance inoportuno que nos impidiera refugiarnos convenientemente. Algunas personas se quedaban pasmadas ante nuestra desbandada al oír los acordes martilleantes del tambor. De aquél tambor. De esto colegirán ustedes que no era cualquier tambor o un tambor cualquiera. Era un tambor concreto, conciso y específico el que nos hacía temblar e inundaba nuestros corazones de un pavor desbordante. Para nosotros era el tambor con mayúsculas. El único que existía. El único que nos importaba. El único capaz, con su redoble, de hacernos estremecer de puro miedo. Y no es que su sonido fuera más o menos desagradable. No. Oírlo significaba para nosotros algo muy concreto. Para nosotros tenía un significado diferente al que podía adjudicarle cualquier otra persona. Y por eso corríamos a refugiarnos en nuestra guarida. Allí estábamos a salvo. Nada nos podía suceder. Su poder no podía penetrar en nuestro refugio de animales no tan racionales. Porque irracional era el efecto que aquél tambor producía en nosotros. Pero no podíamos evitar que se apoderara de nosotros. De todos nosotros. Los elegidos. Los filósofos y filántropos de aquella sociedad podrida que temblábamos de miedo ante el sonido de aquél conejito tocando el tambor incansablemente y que era capaz de romper todos nuestros esquemas de pensamiento y echar por tierra cualquier aspiración de transformar el mundo. Puto conejito de mierda.

jueves, 29 de octubre de 2009

CORRUPTOS TODOS

Corrupción es un término muy usado últimamente por estos lares. Pero de tanto usar una cosa o término parece que este/a vaya perdiendo fuerza. Nos hemos acostumbrado a ella. En puridad corrupción significa la utilización por los gestores de una organización de sus funciones y medios en provecho económico propio. Los gestores son la nueva “clase corporativa” que se ha instalado en este minarete desde nos contemplan al resto de los mortales por encima del hombro. Eso sí, con nuestro estúpido consentimiento y abnegada complacencia.

Todo el mundo parece llevarse las manos a la cabeza ante tanta corruptela en el mundo político. Y es que lo público es doblemente sensible al vicio, abuso o soborno. En este ámbito, por lo menos nominalmente, puede deshacerse el entuerto por la vía de las urnas. Aunque esto, evidentemente, es una falacia. Los sistemas de los partidos políticos están formados por esa clase corporativa que a lo sumo lo que hace es cambiar los cromos y poner aquí lo que estaba allí. Y la alternativa es el mundo empresarial, totalmente imbricado en este corporativismo y en sus acciones. La economía, el afán de riquezas, parecer ser el único motor de una sociedad indolente en lo colectivo y ferozmente avariciosa en lo individual.

Y ahí es donde realmente radica la cuestión. La corrupción político-empresarial no es más que un fiel reflejo de una sociedad formada por potenciales sujetos corruptos que buscan incansablemente cualquier resquicio para tomar su parte. Todos somos parte de esta “grande bouffe” esperpéntica y suicida en que hemos convertido nuestro glorioso mundo desarrollado, que cerramos a cal y canto para que millones de desarrapados no puedan acceder al mismo (con idénticos fines) y quitarnos parte de nuestro pastel.

Todos somos corruptos porque consentimos, callamos y miramos para otra parte. Porque en el fondo desearíamos estar dentro. Estar en el ajo. Y si no lo estamos nos morimos de envidia. Alimentamos cotidianamente nuestro afán de poder y dinero con mezquinos actos de apropiación indebida y sabotaje. Pequeños actos que van conformándonos ontogénica y filogénicamente como los animales más imbéciles de la galaxia. Y eso es lo único que realmente somos. Animales.

miércoles, 28 de octubre de 2009

SI QUIERES SABER QUIÉN ES PEDRÍN?

Si quieres saber quién es Pedrín, dale un puestín. Esto es una verdad más grande que un templo. Acceder a puestos de mando parece ser que crea trastornos graves de personalidad. A nuestro alrededor todos conocemos variopintos casos que ilustran la cuestión. ¿Cuál será la causa? En primer lugar no suele haber una preparación previa. El ascenso llega de sopetón y todas las neuronas, en vertiginoso subidón, se agolpan en la parte superior del cerebro diezmando las funciones del resto de nuestro más preciado órgano. Luego llega la cuestión de la jerarquía. Ahora eres más que otros. El problema es que se confunde que este ser “más” se refiere únicamente a la situación en la organización, y no al mundo en general Se toma la parte por el todo (sinécdoque), sin necesidad de ser poeta, y se empieza a distorsionar la realidad. Las alucinaciones se presentan algo más tarde. Ya nada es suficiente. Porque yo lo valgo. Y el resto de la humanidad no es más que “morralla”. Todo lo que está alrededor no son más que impedimentos para seguir subiendo. Elementos contrarrevolucionarios que intentan boicotear un merecido e indiscutible camino hacia el éxito. La empatía, si es que se conoció alguna vez, ya no se reserva ni para los más allegados. Los únicos que pueden haber heredado esa fulgurante luz de sabiduría, poder, gracia, estilismo, belleza y armonía son los hijos. Los propios. De aquí viene la vertiente nepotista del jefecillo reproductor. La otra. La que no deja descendencia (o no la tiene tan en cuenta) es de tipo megalómana. Suele engendrar grandes hombres/mujeres que todos tienden a considerar grandes hijos de… Mientras, ni unos ni otros ya ni siquiera se acuerdan de quién les dio aquél primer puestín. Ni falta que les hace.

lunes, 26 de octubre de 2009

EL SOL LE GOLPEA EN EL ROSTRO

I
El sol le golpea en el rostro. No puede evitarlo. Le golpea con fuerza. Pero no le importa. Le gusta que el sol le golpee en el rostro. Está enterrado en la arena. Salvo su rostro. Disfruta del contraste entre el frescor que la arena proporciona al resto de su cuerpo, y su cara que recibe todo el calor del sol. Un sol cenital. Intenso. De verano. Un sol deseado. Esperado. Buscado. Anhelado. Desesperado. Que le golpea de lleno en el rostro. Le golpea tanto que quiere dar por acabada su exposición al sol. Le apetece tomar una cerveza fresquita. Refrescar el gaznate y mojar la parte de su cuerpo que no está enterrada en la arena. Su cara. Intenta levantarse pero no puede. Hay algo que le sujeta. Mira a su alrededor. No ve nada. El sol le ciega. Hace otro intento. No puede. Está inmovilizado. Intenta gritar pero no puede. Su garganta está demasiado reseca. Intenta mover nerviosamente su cuerpo. No obedece. No responde. Comienza a no sentir el resto de su cuerpo. Cree perder la conciencia. Ya no siente nada. Mientras que el sol le golpea en el rostro.

II
El sol le golpea en el rostro. En el rostro. Sólo en el rostro. Traspasa sus párpados cerrados. El sol. Le golpea. Una luz se ha hecho en su interior. La luz del sol. Atraviesa sus párpados. Se instala en su interior. Dentro de él. Una luz cegadora. Que lo llena todo. Que golpea su cerebro. Que ciega su entendimiento. Que quema su rostro. El sol. No le deja relajarse. Achicharra su piel. La golpea. Le golpea directamente el cerebro. Donde hay una luz. Una luz que se ha hecho en su interior. Que atraviesa sus párpados. Inunda todo. Una luz dolorosa. Infinita. Intensa. Le golpea. Fuerte. Incesantemente. Cegadoramente. Es el sol. En su rostro. Que le golpea. A él. En ese lugar. Esa sensación. Luminosa. Abrasadora. Inevitablemente. El sol le golpea en el rostro.

III
El sol le golpea en el rostro. Parece no tener cuerpo. Solo un rostro abrasado por el sol. Un gran tumulto se forma a su alrededor cuando es descubierto por los bañistas. Llegan los socorristas. Llega la policía. Llega una ambulancia. Pero él ya no siente nada. No se percata de nada de todo esto. Ya ni siquiera siente como el sol le golpea en el rostro.

viernes, 23 de octubre de 2009

VOLAR

(ESCENA PARA PATO Y GORRIÓN)
Ribera del Manzanares. Madrid. Las ácidas y escasamente dulces aguas del río discurren dificultosamente entre los atascos de la circunvalación M-30. El sol casi no se adivina en un cielo encapotado de una gélida mañana invernal. Un pequeño gorrión se posa en una pequeña caseta de madera, casi suspendida en el agua, que la generosa corporación municipal ha instalado allí para cobijo de un grupo de patos.

- GORRIÓN. (Tiritando de frío) Buenos días, señor pato.
- PATO. (Ahuecando sus plumas en actitud tranquila) Hola majete. Cuando tiempo sin aparecer por aquí. Pensé que habrías emigrado hacia el sur.
- GORRIÓN. (Intentando ser didáctico) Que cosas dice usted, señor pato. Sabe usted de sobra que los gorriones no emigramos en invierno. Somos pájaros de ciudad. Una tribu urbana más.
- PATO. Eso debe de ser una cuestión genética. Nosotros, por más que lo intentemos, no conseguimos arraigar aquí. Entre las compuertas 3 y 4 pasamos toda nuestra vida.
- GORRIÓN. Pero aquí tenéis casa y todo. No está mal. Los patos sois propietarios. En cambio nosotros parecemos una especie de inquilinos mal avenidos. Casi cada noche tengo que buscarme un refugio diferente para dormir.
- PATO. Si quisieras podrías montar un nido en algún sitio agradable y con buenas vistas.
- GORRIÓN. No es tan fácil. La ciudad es un sitio muy peligroso. Incluso en las alturas hay muchos depredadores, empezando por los humanos.
- PATO. Yo echo de menos los espacios abiertos. El cielo azul y el agua limpia, las plantas y el mundo entero para descubrirlo.
- GORRIÓN. Parece usted un niño. Con lo bien que viven aquí. Seguros. Sin incertidumbres.
- PATO. No sólo de pan viven los patos.
- GORRIÓN. Ya quisieran los gorriones.