Espacio totalmente negro con un banco al fondo. Entra un hombre vestido de bombero. Parece algo confuso.
- BOMBERO. Se diría que no hay nadie por aquí. Es algo extraño. ¿Qué lugar será este? Está todo tan oscuro. Me pregunto como habré llegado hasta aquí. No recuerdo absolutamente nada. ¡Que raro!
Una viejecita con un bolso entra por el lado contrario del escenario. Va ensimismada en sus pensamientos.
- BOMBERO. Señora, buenos…días.
- ANCIANA. (Sorprendiéndose) Hola, majo. ¿Qué haces por aquí? Tan jovencito y bien parecido.
- BOMBERO. Señora…es que…no sé. Me debo de haber perdido.
- ANCIANA. ¿Perdido? No hijo, no. Perdido no estás. Estarás desorientado. Yo ya sabía que venía, aunque me sorprendió un poco.
- BOMBERO. Dice usted unas cosas…rarísimas.
- ANCIANA. No me llames de usted. Ahora ya no importa. Dentro de poco me verás de otra manera. Yo también he sido joven ¿sabes?
- BOMBERO. Vale. Vamos a ver. Usted parece conocer perfectamente este sitio, entonces…
- ANCIANA. (Cortándole) Yo no conozco nada. Lo que pasa es que hay que prepararse para todo. Y sigue con el usted.
- BOMBERO. Preparado dice. Los bomberos somos los profesionales más preparados de todos. Tenemos un impresionante mantenimiento físico. Y no somos sólo músculos. También estamos preparados en el área técnica, e incluso psicológica.
- ANCIANA. Pero es que aquí no hay bomberos. No hacen falta.
- BOMBERO. ¿Cómo no van a hacer falta? En todos los lugares del mundo somos necesarios. Cualquier país, por muy atrasado que esté, cuenta con dotaciones de bomberos.
- ANCIANA. Mira, vamos a sentarnos un poquito y a picar algo. Hace ya algunos años que tengo siempre preparado un atillo como este para la espera. (Se sientan en el banco y la anciana comienza a sacar algunas viandas, que ofrece al bombero) Come hijo, en las grandes ocasiones hay que tener el estómago lleno.
- BOMBERO. Muchas gracias, pero he comido hace un rato. Quiere explicarme de una vez de que va todo esto.
- ANCIANA. Como te dije, a ciertas edades una se va preparando para esto. Cuando se es joven y saludable, así como tú, todos nos creemos Dioses. (Bajando la voz en tono confidencial) A ti, lo que te pasa, es que no te lo esperabas. Te ha pillado por sorpresa.
- BOMBERO. Mire. Hace un momento yo estaba trabajando. Nos llamaron para sofocar un incendio. Cuando llegamos había unas llamas de más de tres metros. Mientras algunos compañeros empezaban a echar agua, yo y Luis, que es muy amigo mío, entramos en el edificio para rescatar a algunas personas atrapadas.
- ANCIANA. Yo estaba tan tranquilita, echándome una siesta. Así, sin más.
- BOMBERO. (Levantándose y emocionándose con el relato) Como le decía, logramos salvar a unos niños del segundo piso. Las llamas estaban en el tercero. Luego alguien dijo que había gente en el cuarto. Atravesamos las llamas y nos plantamos allí entre una densa masa de humo negro.
- ANCIANA. Yo también vivo en un cuarto. Es una casa antigua, pero a mí me gusta. He vivido allí toda mi vida. Setenta y cuatro años.
- BOMBERO. Entonces…ya no me acuerdo de nada más.
- ANCIANA. No sé, debe de ser una sugestión. Pero yo también tengo metido en la nariz una cierto olor a chamuscado.
- BOMBERO. (Declamando) Calle de Potes veinticuatro.
- ANCIANA. (Exclamativa) Calle de Potes veinticuatro.
- BOMBERO. Sí, una dirección como otra cualquiera.
- ANCIANA. Como otra cualquiera no. Yo he vivido setenta y cuatro años en esa dirección.
- BOMBERO. No puede ser. Que coincidencia tan... (dudando) extraordinaria.
- ANCIANA. (Levantándose) Cuando llegas a mi edad sabes, a ciencia cierta, que las coincidencias no existen.
- BOMBERO. (Cabizbajo) Entonces…
- ANCIANA. Si, me temo que sí.
- BOMBERO. (Resignándose mientras se sienta) Así es la vida. De todas formas, me alegro de haberla conocido. Me cae usted bien.
- ANCIANA. Y dale con el "usted".
lunes, 19 de octubre de 2009
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