jueves, 12 de abril de 2007

RATZINGER Y LA INVOLUCIÓN

Parece ser que el Sr. Ratzinger, sumo sacerdote de la iglesia católica, se ha destapado con una de las joyas de las que suelen hacer gala las personas de su condición. La supuesta infalibilidad ciega el sentido común y el más mínimo atisbo de razón crítica. Dice este personaje que la teoría de Darwin, la evolución de las especies, no está probada fehacientemente. Alega al respecto que es imposible meter 10.000 generaciones en un laboratorio, por lo que hay que recurrir a la razón filosófica para superar las lagunas que nos presenta la ciencia. De esta manera podemos en pie de igualdad el evolucionismo con el creacionismo. La teoría del diseño inteligente, justificación de todo el entramado clerical, si que ofrece visos de verosimilitud absoluta cuando sólo puede, en última instancia, servir para tapar supuestos agujeros. El mismo Wojtyla, nada sospechoso de herejía, hablaba de la sensatez de las razones de Darwin siempre que se considerara que la creación era obra de Dios. Ratzinger, después de un largo periodo como defensor de la doctrina, ha involucionado claramente desde el Vaticano II y devuelve a la Iglesia progresivamente a la Edad Media. Frente a ese gran enemigo que es el relativismo (moral, social, cultural, religioso, etc..) no queda otra alternativa que volver a las cavernas. El problema es que ahora las sombras que se proyectan al fondo no tienen un único foco. Eso debe de ser el relativismo para estos insignes purpurados. Haber perdido el monopolio de la generación de la información no cuadra demasiado bien con el dogmatismo propio de teorías, más o menos fantásticas, sobre el origen del hombre y su papel en este mundo. Esto es la religión. Una congregación de corderos que encuentran en ella solución a problemas irresolubles, mientras que otros se aprovechan de su candidez para instalar su propio paraíso en la tierra.

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