viernes, 6 de abril de 2007

LA ILUSIÓN

Ayer estuve viendo en el teatro de la Abadía una obra que se titula “La ilusión”. Una ilusión que hace referencia a ese ilusionismo de los magos que hacen aparecer ante nosotros aquellas cosas que normalmente no podemos ver. Y si es tal, es porque hace posible que cualquiera puede adoptar el papel de mago. No se trata aquí de esa ilusión “ilusa” de que nos va a tocar la primitiva. No. Ilusionarse adquiere su aspecto más brillante cuando se relaciona con hacer planes y con un futuro deseado. Pero este ilusionarse requiere de un trabajo y un esfuerzo. No basta con echar la primitiva. Ese no es un trabajo. Eso es tener una posibilidad en no sé cuantos millones de que te toque. Evidentemente el que no compra su participación está fuera de esa posibilidad. Pero esa expectativa no llega, ni siquiera, a ser ilusión. Es, más bien, esperanza. La esperanza a mi me gusta mucho menos, precisamente por el motivo anterior. La esperanza no implica una participación directa en la solución de problemas. Es una actitud pasiva. Y ya se sabe que el que espera, desespera. El teatro también es ilusión. Y no lo digo en el sentido de que haga posible lo imposible, ya que además eso no es verdad. Sino en el sentido de que su inmediatez nos puede hacer participes de la vida y milagros de los personajes. Para mundos imposibles está el cine, al que yo adoro. Pero para generar esa ilusión mágica, esa que se verifica ante nosotros mismos, esa que muestra sus tripas descarnadas, esa que nos lleva y nos trae hacia nosotros mismos, esa que nos hace partícipes de otros mundos posibles, para esa está el teatro.

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